Cuando el negocio del jarabe se
estancó, se utilizaron botellas planas, con un corcho y una etiqueta de papel
para identificar el producto. Cuando se transformó en una bebida
gasificada, aumentó el problema de su conservación para que no perdiera el
gas. La solución fue una tapa de goma revestida de metal, con un sistema
de sellado original, el sistema Hutchinson. Sin embargo, este proceso de
cierre no duró mucho tiempo con el uso generalizado de la tapa de metal y la
corona en forma de cuello de botella.
La
empresa comenzó a utilizar este tipo de botellas que fue, a la vez, innovador,
pero que todavía se produce de una manera artesanal. Cada botella era
fabricada por un vidriero, por lo que no había dos botellas que fueran
exactamente iguales. Aun así, hoy todavía llevan el logotipo de la marca
grabado en el vidrio, en la tapa o la etiqueta. El gran salto se produjo
en 1915 con el lanzamiento de un concurso público para diseñar una botella
exclusiva. El resto de la historia es conocida por todos, con la
introducción de pequeñas variaciones y ajustes al concepto original. La
famosa botella ha perdurado durante el siglo XX y en la actualidad mantiene su
forma original, que la ha convertido en todo un icono.